Crítica: Furiosa: enriquece y expande el universo de George Miller
Cuando se estrenó en 2015, Mad Max: Furia en el camino se convirtió en una fuente de aclamación improbable: una secuela tardía a una franquicia olvidada (más de treinta años habían pasado desde su última entrega) que de repente y de manera casi unánime era discutida como la mejor película de acción del siglo XXI, así como una de las mejores de la historia. Una obra de locuaz genio, de narrativa al mismo tiempo frenética y eficiente, y de espectáculo real insuperable.
No había nada que nos distrajera de la acción, la cual parecía llevar a sus límites lo que se puede hacer con acróbatas entrenados, automóviles y efectos especiales y visuales. En ella había un sentido de culminación, la idea de que cualquier intento por superarla resultaría fútil.
Ante la monumental tarea de continuar la serie que él mismo había creado, el director George Miller responde al mismo tiempo con ambición y humildad. Furiosa: De la saga Mad Max parece hecha con el reconocimiento de que nada que él y compañía puedan hacer alcanzará lo que Furia en el camino logró en pura emoción y energía, por lo que optan por construir una máquina completamente diferente. Algo más novelesco, épico y extraño, claramente hecho con el mismo nivel de técnica e inteligencia, pero que traza su propio camino.
¿De qué va Furiosa: De la saga Mad Max?
Sabemos que, al inicio de Furia en el camino, Furiosa es una teniente del bárbaro Immortan Joe, quien preside una ciudadela que suministra de agua y alimento a asentamientos como la Ciudad de Gasolina y la Granja de Balas. También que Furiosa alguna vez vivió en el “lugar verde”, un oasis de fertilidad y abundancia en medio del páramo postapocalíptico habitado por la sociedad matriarcal de las Vuvalini.
Los primeros minutos de Furiosa entonces nos muestran cómo, de pequeña, Furiosa (Alyla Browne, después Anya Taylor-Joy) es raptada por la pandilla de Dementus (Chris Hemsworth), un cínico y sanguinario pirata. Después vemos los intentos de Dementus por apoderarse de Ciudad Gasolina y someter a la Ciudadela y la Granja de Balas.
Podemos estar seguros de que la película también explicará cómo es que Furiosa pierde su brazo izquierdo, que será remplazado por la distintiva prótesis hidráulica que viste en la película anterior.
Furiosa toma piezas conocidas para crear una máquina completamente diferente
Pero si los ingredientes son familiares, la forma de preparación no. La ejecución de Furiosa se desvía radicalmente de lo que Furia en el camino y cualquier película de Mad Max nos permite anticipar.
Donde Furia en el camino era una larga persecución que ocurría a lo largo de un par de días y duraba unas apretadas y eficientes dos horas, Furiosa cubre quince años de historia a lo largo de casi dos horas y media. Su estructura es también un poco más suelta, cubriendo distintos eventos importantes en la vida de Furiosa, dando tiempo para respirar entre la salvaje acción.
Como en entregas anteriores, las circunstancias de este apocalipsis siguen siendo vagas; se nos habla de catástrofes globales y guerras nucleares, pero todavía queda mucho espacio por delinear.
No obstante, Furiosa se sumerge un poco más en los detalles de cómo funciona la sociedad de este mundo. Vemos el intercambio comercial entre las distintas comunidades y los múltiples intentos por negociar una precaria paz entre Immortan Joe y Dementus; los métodos del segundo hacen que el primero (el villano principal de Furia en el camino) parezca más o menos razonable.
Pero decir que Furiosa es una película más parlanchina y lenta que sus predecesores no es totalmente correcto. Particularmente porque Miller trata cada desarrollo, no como un punto en la trama que tiene que ser explicado, sino como una oportunidad para componer elocuentemente en el eterno lenguaje cinematográfico de la persecución.
Claro, hay personajes que hablan mucho, pero los gruesos acentos australianos y el uso constante de su propia terminología inventada, dejan claro que sus palabras nunca son tan importantes como la actitud y ferocidad transmitida por el rugido de sus voces. Los muchos líderes del yermo existen como un contraste a Furiosa, una figura solitaria que se caracteriza por sus pocas palabras. Su silencio esconde sus cálculos mentales, los momentos en que piensa cómo mejor aprovechar su entorno para sobrevivir.
George Miller abraza el potencial expresivo del cine digital
Se suele decir que la razón por la que Furia en el camino supera a otros blockbusters contemporáneos es porque dependía más de las acrobacias y efectos prácticos que de las imágenes generadas por computadora, cosa que no es del todo cierta. Materiales de detrás de escenas han hecho evidente su extenso trabajo de efectos digitales.
Al impacto de sus escenas de acción contribuyen más la sensibilidad visual de Miller y el director de fotografía John Seale. Miller y Seale–y Simon Duggan, director de fotografía en Furiosa, crean imágenes que saltan de la pantalla, pero cuya lógica espacial captamos instantáneamente.
En Furiosa hay momentos en los que podemos estar seguros de que efectos visuales digitales fueron empleados, pero protestar por su falta de realismo resulta inútil; como hizo también en su infravalorada fantasía anterior, Érase una vez un genio, Miller no busca el realismo, sino la expresividad.
Como la película anterior, Furiosa confía en el cine como un medio puramente visual. Es como si su búsqueda del lenguaje más apropiado para el más desbordante cine de acción lo llevara de vuelta a la era del cine silente, donde lo más importante no era convencernos de que lo vemos fue capturado íntegramente por la cámara, sino las intensas emociones que se pueden transmitir a través del encuadre, el color y la edición.
Aunque Furiosa no resulta tan espectacular y no cuenta con el beneficio de la novedad, sí puede verse una mayor ambición narrativa; una evolución y no un retroceso para Miller. A diferencia de Furia en el camino, a cuya claridad ayuda la simpleza de su premisa, Furiosa se atreve a comunicar ideas y sentimientos más complicados a través de sus miradas, movimientos y paisajes–como la breve promesa de esperanza que Furiosa encuentra en su relación con el pretor Jack (Tom Burke), el conductor del camión de guerra de Immortan Joe.
La película se siente más expansiva de lo que probablemente es porque nunca siente la necesidad de detenerse como lo harían otras, de tener a los personajes decir explícitamente lo que sienten. Más bien confía en las sensaciones y sentimientos que sugieren las mismas imágenes.
Furiosa enriquece las emociones de las películas anteriores de Mad Max
Hay una secuencia alrededor de la mitad de la película, una prolongada persecución en el camión de guerra, que parece pensada para expandir y superar las secuencias que ya vimos en Furia en el camino. Entre sus muchas innovaciones vemos enemigos en paracaídas motorizados y una máquina giratoria con bolas de picos.
Pero prueba de su atrevimiento es que, para el clímax, Furiosa no opta por lo más grande y ruidoso, sino por lo más interno e íntimo (ocurre una gran batalla, pero en realidad vemos muy poco de ella): una especie de debate en el que Furiosa y Dementus articulan sus filosofías sobre la esperanza y la violencia.
Es lo más que vemos hablar a su heroína, un marcado contraste con la acción sin freno que le precede, pero que termina de enriquecer a aquel personaje que nos cautivó previamente. Las acciones de ella en Furia en el camino adquieren una dimensión emocional adicional.
Es comprensible que Furiosa: De la saga Mad Max no nos deje con la misma satisfacción y sensación de triunfo que Furia en el camino. Esta es, después de todo, una precuela que nos lleva directamente al estatus quo inicial de aquella película.
Donde otras precuelas verían en esto un problema, Furiosa ve una oportunidad. Su mayor acierto es que no trata de replicar las emociones que experimentamos previamente, sino enriquecerlas. Nos despierta el deseo de volver a ver la película anterior, porque se atreve a cambiar nuestra relación con ella.