Crítica: ‘Stop Making Sense’ y la inmersión al mando
Hace 40 años se estrenó Stop Making Sense, película que registra un par de conciertos de Talking Heads, una de las bandas más icónicas del new wave en la década de los 80. Compuesta por David Byrne, Chris Frantz, Tina Weymouth y Jerry Harrison, la banda dio cuatro presentaciones en el Pantages Theatre de Los Angeles, California, durante diciembre de 1983, con dirección de Jonathan Demme (The Silence of the Lambs, Philladelphia). Ahora, en 2024, A24 presenta su remasterización a 4K y se ha estrenado en cines selectos del mundo.
Hay algo especial en Stop Making Sense que varias películas de conciertos carecen: usualmente se nos posiciona para verlas como espectadores pasivos, es decir, que estamos ahí para observar y no interactuar con la gente en el escenario. Digo, prácticamente todo concierto al que podemos asistir tiene esa dinámica, pero eso no ocurre en el caso con Talking Heads. Tina Weymouth (bajista) mencionó en una entrevista: “No queríamos todos los trucos, queríamos que las cámaras fueran como un ojo sensible, como lo vería un miembro de la audiencia sin que la cámara se interpusiera en el camino”. Y eso es exactamente lo que pasa en Stop Making Sense.
¿Cuál es la magia de Stop Making Sense?
Demme aceptó la propuesta de la banda y con ayuda del director de fotografía Jordan Cronenweth (Blade Runner) se creó una estrategia con seis cámaras que grabaran en diversos puntos del recinto, teniendo en cuenta la sensación de inmersión. Las cámaras pasan a lado de los músicos, capturan planos cerrados y toman su tiempo para que apreciemos lo que tenemos enfrente: no nos posicionan enfrente del escenario sino en él. En Stop Making Sense, sientes la misma energía que ellos transmiten al tocar sus canciones, incluso cuando no sepas alguna.
La presentación de la banda es gradual: primero vemos llegar a un ansioso David Byrne (vocalista) con su guitarra acústica y una grabadora que saca el ritmo de Psycho Killer, una de sus canciones más populares; a la siguiente canción llega Weymouth, pasa otra y entra el baterista Chris Frantz, y en otra llega Jerry Harrison, tecladista. Cada vez se agregan más instrumentos y miembros de la banda en vivo, creando una fiesta que no parece bajar de su punto más alto.
La iluminación es una pieza clave en un relato contado de manera teatral
No quisiera contar qué es lo que pasa con el escenario, pero puedo remarcar su cualidad teatral, pues todo elemento tiene una razón en la narrativa. Eso sí, debemos tener ojo a la iluminación que transmuta en cada canción y esto se debe al storyboard de David Byrne. En trabajo conjunto con Beverly Emmons (diseñadora de iluminación en cine y teatro), buscaron que Stop Making Sense tuviera a las luces como esencial para formar una historia que se contaba durante el concierto, con esquemas que cambian entre canciones y se presentan de formas creativas.
Un ejemplo puede ser la presentación de What a Day That Was, una canción que habla de eventos y acciones fuera de nuestro control, que nos hacen sentir desorientados y lo poco que podemos hacer para mejorar la situación, es recurrir a personas que te entiendan. Byrne canta el verso “Déjame contarte una historia”, frase similar a cuando queremos compartir un relato de terror con una linterna que nos ilumina desde abajo: en la presentación, la luz está en contrapicada, solo vemos los rostros de los músicos con sombras duras. Pero también podemos ver sus cuerpos en forma de siluetas marcadas en el fondo del escenario, divididas como si simularan pantallas.
No importa si eres fan o si jamás hayas escuchado a Talking Heads, el grupo te invita a que bailes y disfrutes del evento. Byrne se siente cada vez más seguro cuando más gente empieza a entrar al escenario, la llegada de una comunidad que también gusta de la música y siente una gran pasión por compartirla: no hay nada mejor que encontrarte con tus pares, con personas que te entiendan. Stop Making Sense no es tu típica película de concierto, es una celebración a la expresión artística de cualquier medio y sí, es una combinación que no parece tener sentido, pero salir del molde puede ser lo más divertido y valiente que hagas: no tener miedo de tu verdadero yo, porque al final del día, habrá personas que sean igual de raras que tú.