Crítica: Elvis, lo nuevo de Baz Luhrmann
(Elvis; Baz Luhrmann, 2022)
Pareciera que, en la biografía musical, el Hollywood del último par de años encontró una alternativa un poco más respetable al blockbuster de acción que típicamente domina sus calendarios. Los ejemplos son contados, pero bastan para poder considerarse una pequeña tendencia. En 2018, 20th Century Fox estrenó Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury, basada en la vida del vocalista de Queen, que recaudó más de 900 millones (y recibió cuatro premios Oscar, algunos un tanto controversiales) contra un presupuesto de 55 millones. Su éxito eclipsó a la mucho mejor lograda Rocketman, que apareció el año siguiente, sobre Elton John y distribuida por Paramount. El próximo en la lista parece ser un proyecto de Universal, contando la historia de Madonna.
El género resulta rentable–cómo el cine de superhéroes, aprovecha el reconocimiento de marca y una base de fans existente–aunque no muy estimulante creativamente. Sus clichés, como su estructura a base de flashback o su protagonista perdiéndose en los excesos y vicios de la fama, eran sujeto de parodia mucho antes de que se volviera a poner de moda. Después de Walk Hard: The Dewey Cox Story de 2007, parecía imposible tomárselo en serio de nuevo.
Una dificultad a la que se enfrentan muchas películas biográficas, musicales o no, es la de imponer una narrativa coherente a la trayectoria de la vida de una persona. Más cuando esta vida cubre décadas, numerosos logros artísticos y dramáticos altos y bajos, que el público espera revivir en la pantalla con tal de tener la sensación de estar viendo la historia completa.
Pocos directores contemporáneos podrían convertir las obligaciones de la biografía musical en puntos a favor. Para fortuna de Elvis, su director es Baz Luhrmann, mejor conocido por el colorido musical Moulin Rouge: Amor en rojo y atrevidas adaptaciones de textos clásicos como Romeo + Julieta y El gran Gatsby. Su estética frenética y espectacular, constantemente se impone sobre la fidelidad (sea a clásicos literarios o a los hechos).
En los primeros momentos de Elvis, imágenes sobrepuestas como en un collage y absurdos movimientos de cámara asistidos por efectos visuales nos llevan como en un delirio febril por Las Vegas, ciudad para siempre asociada con la última etapa de la carrera del cantante de Tupelo, Mississippi. Desde este punto estamos, no en una típica biografía musical, sino en una película de Baz Luhrmann.
Otra forma en que Elvis evita los tropiezos típicos de una película biográfica es que se presenta, no, como una reconstrucción definitiva y autoritaria de la vida y carrera de Elvis Presley, sino que abraza la subjetividad, la ambigüedad.
Elvis no es otra fórmula repetida
Es contada desde el punto de vista del coronel Tom Parker (Tom Hanks), el misterioso caballero sureño que desde sus inicios sirvió como su representante. La narrativa anidada de Elvis empieza con el coronel sufriendo un ataque al corazón y mirando hacia atrás, como tratando de convencerse de que los abusos que ejerció a lo largo de la carrera de Elvis no eran tal cosa, o valieron la pena con tal de convertirlo en la sensación mundial que es. Solo después de esto saltamos a cuándo Elvis (Austin Butler) es “descubierto” por el coronel y después a un breve resumen de su infancia pobre de Mississippi.
Elvis mira a su personaje homónimo, no solo como músico y como persona, pero también como bien de comercio y consumo–hay incluso una escena en que Elvis y su madre Gladys (Helen Thomson) y su padre Vernon (Richard Roxburgh) quedan anonadados ante toda la mercancía en la que el coronel ha puesto su cara y su nombre. Más que un producto de sus sueños y ambiciones, su vida es una creación del avaricioso y controlador Tom Parker, quien hábilmente conspira favoreciendo sus propios intereses, al mismo tiempo que lo convence a él y a su familia de que está haciendo lo que más les conviene.
Es un enfoque melodramático: el coronel se vuelve un villano simple y sin cualidades redimibles y Elvis un joven inocente cuyas frustraciones resultan simpáticas–hay una alusión al hecho de que él era diez años mayor que su esposa Priscilla y de que se conocieron cuando él tenía veintitantos, pero parece querer evitar la conclusión de que ella era menor de edad. Él tan solo quiere cantar la música que le gusta y usar su plataforma para apoyar las causas que lo conmueven (la justicia racial), mientras que el coronel solo ve signos de dólar.
La tensión entre ambos se vuelve un poco repetitiva después de cierto tiempo. No obstante, la película se mueve con energía y pocas veces se siente su duración de poco más de dos horas y media. No es solo la vida de Elvis está llena de incidentes y que la película salte rápidamente de uno a otro. Cuando la intensidad pudiera volverse monótona, Luhrmann y los editores Matt Villa y Jonathan Redmond colocan escenas más lentas y emotivas con buen resultado.
Elvis puede llegar a ser contendiente en los Oscar 2023
Incluso con estas limitadas caracterizaciones, Butler y Hanks dan comprometidas y carismáticas actuaciones. Con una voz grave y gestos teatrales dentro y fuera del escenario, Butler evoca tanto a Presley como a su eterno admirador (y exesposo de su hija Lisa Marie) Nicolas Cage. Hanks regresa al acento sureño que uso previamente para el villano de El quinteto de la muerte de los hermanos Coen y aprovecha su típica simpatía para enmascarar una deliciosa malicia. Incluso cuando sus actuaciones podrían caer en lo exagerado o caricaturesco, Luhrmann crea un ambiente en el que estos nunca se sienten fuera de lugar.
Elvis brilla verdaderamente en sus secuencias musicales. Luhrmann saca provecho de su amplio repertorio y de la energía de Butler recreando algunos de sus movimientos más memorables en escena. Pero también aprovecha para mostrar sus distintas influencias, particularmente la música negra. Una secuencia que ocurre durante su infancia intercala entre una pareja bailando sensualmente un blues y una ceremonia religiosa en la que los coros, como por acción divina, parecen inspirar los giros y sacudimientos que lo caracterizarán más adelante.
Presley y sus canciones no monopolizan la banda sonora. “Big Mama” Thornton (Shonka Dukureh) aparece originando “Hound Dog”, uno de los primeros éxitos. Alton Mason, haciendo de Little Richard, es tanto o más electrizante que cualquier número de su estrella; su interpretación de “Tutti Frutti” está acompañada de la implicación de que, a pesar de su enorme talento, nunca podrá alcanzar su mismo nivel de popularidad por el hecho de ser negro. Son dejos de ironía en una película que por demás lima varias de las asperezas de Presley con tal de mantener nuestra simpatía en una película diseñada para complacer al público, cosa que hace efectivamente.
★★★1/2
Cine, Crítica, 3 1/2 estrellas, 2022, Baz Luhrmann, Austin Butler