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Crítica: Hitman es un absoluto placer de la mano de Richard Linklater

Crítica: Hitman es un absoluto placer de la mano de Richard Linklater

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Me pregunto si los espectadores casuales de Escuela de rock y Boyhood: Momentos de una vida sabrán que las dos son obra del mismo director. Estas películas, que pudieran parecer tan diferentes, comprenden los extremos del rango de Richard Linklater y la encantadora anomalía que ha sido su carrera.

Pocos cineastas estadounidenses de su generación (se me ocurren él y Steven Soderbergh), se han convertido en nombres confiables y reconocidos en el cine comercial de Hollywood, sin separarse del todo con el cine de arte de sus inicios.

Lo que resulta más curioso es que, vistos de cerca, estos dos lados de la carrera de Linklater no resultan tan opuestos. No hay mucha distancia entre Slacker, su primer éxito independiente, y su primera comedia de estudio, Rebeldes y confundidos. La primera, una mirada antropológica, pero relajada a la gente de Austin, Texas, sin una narrativa como tal, claramente desemboca en la segunda, una serie de historias conectadas sobre la juventud en los suburbios setenteros.

Glen Powell en Hitman

Sea en las largas y profundas conversaciones de la trilogía romántica naturalista compuesta por Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes de medianoche o en la química mostrada por Jack Black y los jóvenes estudiantes de Escuela de rock, Linklater encuentra un absoluto placer en dejar que sus personajes existan y sean ellos mismos, estén hablando sobre los temas más trascendentales o los más triviales de la vida.

Una forma de ver las películas de Linklater es que pueden alternar entre los géneros hollywoodenses y una sensibilidad cercana a la del cine de arte europeo; otra es que, a su manera, Linklater está llevando este cine comercial a sus raíces, cuando el motor principal era la conversación humana y sus héroes eran de carne y hueso.

Esto es más que evidente en Hitman, su película más reciente; una en la que los placeres son múltiples y dignos de reconocer: una comedia con dos estrellas imposiblemente encantadoras que rebosan carisma y sensualidad y se involucran en situaciones estrafalarias, pero manejada en un tono realista que nos hace pensar que todo esto pudo haber ocurrido de verdad.

¿De qué va Hitman?

Hitman sigue la historia real (pero con elementos ficticios) de Gary Johnson (Glen Powell), un profesor universitario que, al mismo tiempo que presume una aburrida vida manejando un sedán modesto y viviendo en una casa suburbana con dos gatos, trabaja ayudándole a la policía atrapar a criminales en potencia que tratan de contratar asesinos a sueldo.

En un inicio, Gary se limita a esconder cámaras y micrófonos y supervisar las operaciones, pero después de que Jasper (Austin Amelio), el policía encubierto de cabecera, es suspendido de su puesto, Gary se ve obligado a tomar su lugar. Inicialmente nervioso por la idea de ponerse frente a frente con personas de intenciones asesinas para exponerlas ante la policía, Gary pronto descubre que ser agente encubierto se le da con naturaleza.

 Hitman es un absoluto placer de la mano de Richard Linklater

Como profesor de ética y filosofía, él ve una rara oportunidad de poner su conocimiento teórico en práctica, analizando de cerca a personas reales que se atreven a cruzar ese umbral prohibido de la sociedad que es el acabar con otra vida humana. Gary estudia los perfiles de sus sospechosos con detenimiento obsesivo, llegando al punto de diseñar personalidades específicas para convertirse en su asesino a sueldo ideal y así ganarse su confianza.

¿Qué lleva a una persona a querer matar a otra? ¿Pueden tener motivos con los que podamos simpatizar? ¿Qué tan lejos pueden llegar hasta que sea prudente castigarlo? ¿Lo que Gary hace no es algo así como incitación a cometer un delito? Estas son algunas de las preguntas que él empieza a hacerse cuando conoce a Madison (Adria Arjona), una mujer que piensa en el asesinato como su única salida de un matrimonio abusivo.

Adria Arjona y Glen Powell

Gary–usando el alter ego de Ron–empieza su encuentro como siempre, buscando confirmación del contrato y el intercambio de dinero para que la policía pueda hacer el arresto. Pero en su plática brotan chispas a las que ninguno de los dos está acostumbrado: en algún momento, los dos hablan como si estuvieran en una primera cita. Gary entonces desobedece sus instrucciones y le dice a Madison que cambie de parecer y use el dinero para empezar una vida nueva.

Esta no es la única ocasión en que Gary se sale del protocolo. Meses después, ya en proceso de divorciarse, Madison invita a salir a Gary–o a Ron, más bien–y Gary acepta, empezando así un candente y emocionante romance. Los enredos no se hacen esperar: Gary tiene que esconderle a la policía que está saliendo con una sospechosa, al mismo tiempo de que se cuida de que Madison descubra su verdadera identidad.

Hitman es una comedia como las de antes, con un tono relajado y personajes reales

De cierta manera, Linklater está haciendo una película como las que Hollywood hacía hace algunas décadas: una comedia con toques dramáticos que se sostiene por el encanto de dos actores que son más carismáticos que las personas en la vida real. Hitman parece hecha con el mandato explícito de consolidar a Powell y Arjona como verdaderas estrellas de cine (Powell escribió el guion al lado de Linklater).

Las diferentes personalidades, acentos y disfraces que Gary adopta para engañar a sus blancos parecen pensados para destacar el rango cómico de Powell. Mientras que su coqueteo con Madison es un duelo verbal en el que cada línea nos convence más de la inteligencia y encanto de cada uno.

Si bien la trama de Hitman tiene todos esos elementos para una comedia agitada y frenética, como esas que Hollywood hacía en los treinta y los cuarenta, el ritmo de Hitman no lo refleja. Con una duración de casi dos horas, la película fluye de manera relajada.

Glen Powell y Adria Arjona en Hitman.

Los momentos más dramáticos están espaciados con escenas de Gary dando clases, hablando con sus alumnos sobre la personalidad humana y cómo las sociedades castigan el comportamiento humano que consideran peligroso. Es una forma literal de destacar los conflictos presentados por la película, pero que continúan esa fascinación de Linklater con las discusiones de corte filosófico.

Esto puede reducir la efectividad de los chistes, que se ayudan cuando ocurren uno tras otro, apenas dándonos oportunidad de respirar y pensar en lo que hemos visto, pero también le da un toque humano y plausible. Linklater no atesora la precisión y rapidez de la comedia clásica, pero la usa para añadirle sabor a una historia que tiene su base en la cotidianidad. Su toque es delicado, no ahonda en el melodrama ni en lo absurdo. Deja que cada escena respire y se alargue un poco, pero nunca demasiado.

Powell y Arjona tienen el brillo de estrellas de cine, pero Gary y Madison tienen también ese lado vulnerable y espontáneo de nosotros o nuestros vecinos en Hitman. De personas prácticas e inteligentes tratando de acomodar el caos de sus vidas en algo así como una normalidad.

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Alberto Villaescusa Rico

Comunicólogo de Ensenada, Baja California que de alguna forma se tropezó dentro de una carrera semi-formal como crítico de cine. Propietario del blog Pegado a la butaca. Colaborador en Esquina del Cine y Radio Fórmula Tijuana y Cinema World

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