Crítica: ‘Jurado No. 2’ convierte un dilema moral en un tenso y entretenido thriller legal
Hace algunos meses, Warner Bros desató una controversia cuando anunció que Jurado No. 2, la película más reciente del ícono cinematográfico Clint Eastwood, llegaría a menos de cincuenta cines en Estados Unidos, antes de aparecer en la plataforma de streaming de Max.
La decisión de cancelar proyectos completados como Batgirl y Coyote vs. Acme, se ha ganado una reputación de enemigo del arte entre cinéfilos así como cineastas.
La medida se siente como una falta de respeto para alguien que, como presencia en pantalla y realizador ha sido responsable de algunas de las mayores glorias de las últimas cinco décadas de Hollywood–a la edad de 94 años, Eastwood no ha dado señales de querer retirarse, pero muchos igualmente han especulado que, dada su edad, esta podría ser su última película.
Es cierto que el cine es un negocio, y si los ejecutivos pensaron que no valía la pena invertir en la distribución y promoción de una película, seguro había motivos económicos para hacerlo. Es cierto que las películas de Eastwood tienen cada vez menos cabida en un Hollywood dominado por franquicias y que su última película, Cry Macho, tuvo un desempeño taquillero decepcionante (aunque ese estreno es acompañado del asterisco de la pandemia).
Por otro lado, no hay que irnos tan atrás en su carrera para encontrar verdaderos éxitos de taquilla: La mula, de 2019, y Sully: Hazaña en el Hudson, de 2016, recaudaron cientos de millones de dólares con modestos presupuestos, mientras que Francontirador, de 2015, le hizo una respetable competencia a las costosas entregas de series de blockbusters.
Otro argumento a favor de Jurado No. 2 es que la película es simplemente excelente. Para nada un éxito garantizado (ninguna película lo es) pero sí un entretenido e inteligente thriller legal con dilemas morales y giros narrativos envolventes y con el potencial de propagarse gracias al boca en boca. Lástima.
Mucho de este mérito le pertenece, no solo a Eastwood, pero también al guionista Jonathan Abrams, quien toma una intrigante premisa y la desarrolla con un cuidado especial para presentar la información, trazar los estados mentales de sus personajes y jugar con nuestras simpatías.
¿De qué va ‘Jurado No. 2’?
Nicholas Hoult la protagoniza interpretando a Justin Kemp, a quien conocemos como un hombre bondadoso. Al inicio de la película, él acaba de arreglar el cuarto para el bebé que está por tener con su esposa, Allison (Zoey Deutch), quien parece totalmente agradecida y enamorada de él.
Pero nuestra idea de Justin se complica de repente cuando es llamado para servir como jurado en un juicio. James Scythe (Gabriel Basso) es acusado de matar a su novia Kendall Carter (Francesca Eastwood) después de un pleito en un bar. Las evidencias presentadas, desde el comportamiento controlador y abusivo de James a su identificación por un testigo, apuntan a que es culpable.
Pero Justin y solo Justin contiene un dato que podría ponerlo todo de cabeza. A medida que los detalles se le dan a conocer, él se transporta mentalmente a la noche del presunto asesinato, cuando, saliendo del mismo bar, atropelló a lo que pensó era un venado y siguió su camino. Justin está ahora seguro de que es responsable, no solo de la muerte de Kendall, pero también por la vida y libertad de un hombre señalado por un crimen que no cometió.
Jurado No. 2 muestra con detalle el sistema imperfecto de impartición de justicia
Jurado No. 2 sigue el juicio con detalle. Su interés yace, no solo en el drama de las personas directamente responsables y afectadas por el evento, sino también en las instituciones alrededor. Las virtudes y vicios del aparato de justicia aparecen poco a poco.
En una secuencia temprana, la abogada a cargo de la acusación, Faith Killebrew (Toni Collette), entrevista a los candidatos a jurados; esto no solo sirve para conocer mejor a Justin y a quienes serán sus compañeros más adelante, también refuerza que la etapa es necesaria para lograr un veredicto que no se guíe por emociones y prejuicios externos, solo por las evidencias y argumentos presentados en la corte.
Jurado No. 2 nos da acceso a los recuerdos de Justin y, por extensión, a los hechos como realmente ocurrieron. La idea de que la verdad puede ser relativa no aparece de manera tan directa como, por ejemplo, en Anatomía de una caída.
No obstante, es instructivo cuando la película entrecorta entre Faith y el abogado defensor, Eric (Chris Messina), presentándonos versiones de lo ocurrido y juicios de carácter de las personas involucradas que son prácticamente opuestos.
Una vez que el jurado empieza su deliberación vemos cómo, a pesar del proceso de selección previo, sus conocimientos y experiencias de vida hacen que algunos detalles del caso sean más salientes que otros.
J.K. Simmons interpreta a un policía retirado, cuya curiosidad lo lleva por investigar el caso por su propia cuenta (una violación del proceso). Una estudiante de medicina, Keiko (Chikako Fukuyama), plantea la posibilidad de que Kendall fuera herida por un automóvil, un detalle nunca establecido en la corte. Y el testigo que dice haber identificado a James en la escena del crimen puede haber sido culpable de un sesgo de confirmación, de querer decirle a los policías lo que querían escuchar para sentirse útil.
La verdad y la justicia dejan de ser en valores abstractos para convertirse en algo que se procura por las acciones de una comunidad falible y humana.
Las ideas de Jurado No. 2 se convierten en suspenso y un juego de lealtades
Justin es el caso más obvio, pero Jurado No. 2 nos muestra cómo chocan los intereses de los involucrados. Algunos jurados, como la chofer de autobús Yolanda (Adrienne C. Moore) solo quieren regresar con sus familias por lo que se apuran a apoyar el veredicto más favorecido. Faith, por su parte, ve en el caso una oportunidad segura de avanzar su carrera y convertirse en fiscal de distrito; sus principios chocan con su plan profesional a medida que más información se revela.
Las ideas de Jurado No. 2 pueden no ser muy profundas ni novedosas. Pero la película nunca pretende ser un tratado filosófico y su verdadero mérito se encuentra en su capacidad de integrarlas a un potente drama que extrae suspenso de sus muchos reveses y de nuestras cambiantes lealtades a sus personajes.
Justin, eventualmente aprendemos, es un alcohólico en recuperación que parece haber enmendado su camino para empezar de nuevo como esposo y padre de familia. Pero sus acciones no sugieren a un héroe, sino a alguien que quiere escapar de su pasado y de la rendición de cuentas. Es emocionante, y un tanto perverso también, cuando la película lo acorrala y después plantea la posibilidad de que se pueda salir con la suya.
Un grato ejemplo del estilo y ética laboral de Eastwood
Con Jurado No. 2, Eastwood llega a las cuarenta películas como director. Aunque algunas de ellas, como Los imperdonables, tienen la reputación de clásicos, su sello detrás de la cámara siempre ha sido la eficiencia, más que cualquier visión preciosa y cuidada.
Eastwood es reconocido por hacer pocas tomas por escenas y por nunca salirse del calendario ni del presupuesto (otra razón por la que el tratamiento que ha recibido por Warner Bros. se siente como un insulto; Eastwood tiene la ética laboral que los estudios en teoría celebran).
Eastwood cuenta sus historias en términos realistas y claros, y da espacio para que sus actores den buen trabajo. No es dado a los destellos virtuosos de estilo que vemos en las películas de, por ejemplo, Martin Scorsese.
Dicho enfoque ha producido películas flojas y olvidables en más de una ocasión. Eastwood no siempre puede elevar los guiones con los que trabaja, pero cuando los guiones son excelentes puede hacerlos brillar. Jurado No. 2, un inteligente, tenso y entretenido drama adulto, es muestra de ello.