Crítica: PEARL es una película radicalmente diferente de terror
Pearl, precuela de X, es una película radicalmente diferente en estilo, pero en sustancia es una variación de las mismas ideas. También dirigida por Ti West y protagonizada por Mia Goth, Pearl se sitúa de nuevo en un Estados Unidos rural, aunque empieza varias décadas antes (X, a su vez, se desarrollaba a finales de los setenta).
Pearl, la anciana que vivía en la retirada y solitaria granja de la primera película, es en 1918 la joven esposa de un soldado combatiendo en la Primera Guerra Mundial, llevando una aburrida y aislada vida en esta misma casa.
Ella vive con su madre Ruth (Tandi Wright), una estricta inmigrante alemana, y su padre (Matthew Sunderland), cuya parálisis que lo mantiene restringido a una silla de ruedas es consecuencia de la entonces rampante pandemia de influenza. El único alivio de Pearl es el cine local, que visita cuando su madre le encarga ir al pueblo por la medicina de su padre.
Ella se deja maravillar por los bailes coreográficos del temprano cine silente estadounidense. Sueña con convertirse en bailarina y algún día verse también en la pantalla grande. Lo que sea para escapar de su casa.
Pearl es un personaje perturbado y muy interesante
Pero Pearl también es un personaje algo perturbado. Nuestra introducción a su rutina diaria, practicando bailes en su cuarto, cuidando de su padre y alimentando a sus animales, es puntuada por ella atravesando a un ganso con una horca y alimentándoselo al cocodrilo que vive en la laguna contigua.
Notamos que ella encuentra placer en la tortura de estas criaturas pequeñas. Para los estándares de una película de terror, la violencia de Pearl es limitada, así como el conteo de cuerpos. No obstante, West se deleita con la anticipación y las secuelas de cada acto brutal.
Una secuencia en la que Pearl saca a pasear a su padre se alarga con la sensación de que ella está por tirarlo al agua para alimentarlo al cocodrilo. Las consecuencias de lo que sí termina haciendo continúan en su memoria como visiones.
Así como X fue un pastiche del horror de épocas pasadas (los primeros slashers, como Masacre en cadena de Tobe Hooper), igualmente Pearl toma inspiración de géneros de antaño, pero no necesariamente contemporáneos a su ambientación (aunque una película de terror inspirada en el cine silente de la década de 1910 sería una propuesta atrevida, ¿tal vez una película futura en esta emergente franquicia?).
Uno siente en Ti West una fascinación por el cine vulgar de otras épocas; las películas en sí, pero también la forma en que estas se hacen y son recibidas por el público. Una secuencia muestra al proyeccionista local (David Corenswet) tratando de seducir a Pearl con todo un artefacto histórico: una película pornográfica que es de las primeras de su tipo. En Pearl en general vemos a una mujer joven cuya mentalidad es moldeada por las ideas del deseo e identidad creadas por el cine y su industria.
Pearl se inspira en los melodramas del Hollywood de los cincuenta
Fotografiada por Eliot Rockett en formato panorámico y con colores brillantes y con una partitura grandiosa y romántica a cargo de Tyler Bates y Tim Williams, Pearl se inspira más en los melodramas del Hollywood de los cincuenta. Un apto lente para un personaje de grandes y extremas emociones, pero un contrapunto divertido para sus imágenes sangrientas.
La imitación no es tan exitosa como en X, que después de todo era una película de bajo presupuesto que tomaba inspiración de otras películas de bajo presupuesto. Pearl es ingeniosa en cómo aprovecha sus limitaciones–incorporando sets de la película anterior y aprovechando al equipo que entonces filmaba Avatar: El camino del agua en sus tiempos libres.
Al estar inspirada en un producto hollywoodense mucho más pulido, Pearl es ocasionalmente más espectacular, pero la limpia textura del digital la hace lucir artificial de una manera que disipa la ilusión en lugar de amplificarla. Nos distraemos por la manufactura de los sets y vestuarios en lugar de transportarnos a su mundo fantástico.
La actuación de Mia Goth en Pearl es magistral
Pero si sus limitados recursos no siempre impresionan, la actuación de Mia Goth sí lo hace. Es una labor extraordinaria, más aún porque está en directa oposición a de lo que Hollywood típicamente considera una buena actuación. No hay una emoción que Goth no exagere; Pearl es una niña caprichosa en el cuerpo de una persona adulta, prácticamente una caricatura de carne y hueso.
Pero es congruente con el mundo que Ti West idea y nos cuenta más sobre su personaje: una joven que sueña con convertirse en el blanco de miradas ajenas, pero totalmente desconectada de la realidad y el comportamiento humano típico–el guion, nacido durante la producción de X en plena pandemia por COVID, utiliza la propia experiencia de los personajes con la influenza para comentar sobre el temor al contacto y el aislamiento con las que de nuevo nos podemos identificar.
En Pearl hay señales de la Norma Desmond de El ocaso de una vida de Billy Wilder, otra mujer obsesionada con la fama, llena del carisma y determinación para aferrarse a ella, pero con una visión tan distorsionada del mundo que la rodea, que inevitablemente se convierte en un perturbador y patético espectáculo.
Pearl no está diseñada con ojo a la moraleja, sino más bien hacia el perverso placer de una mujer dispuesta a todo para lograr un sueño egoísta. Cuando Pearl trata de apelar al jurado de una convocatoria de baile, después una interpretación tibia y cursi, ella grita “Por favor, ¡soy una estrella!” en un momento canonizado como imagen viral y una interpretación que nos dice que ella no puede concebir el mundo de otra manera. Hay algo peligroso, pero trágicamente humano, en ese gesto.