Crítica: Suzume, otra bella película de Makoto Shinkai

(Suzume no Tojimari; Makoto Shinkai, 2023)

A casi seis años de haber visto Tu nombre de Makoto Shinkai por primera vez, la película se ha ganado un lugar en mi corazón como aquella que despertó en mí esa chispa de afecto por el anime. Aunque hay películas como Los niños lobo Ame y Yuki o varias del catálogo de Studio Ghibli que considero mejores, Tu nombre sigue despertando cálidos sentimientos.

Es un sentimiento que quizá muchos comparten, pues la película fue un fenómeno global como pocos: un largometraje animado que, aun sin el soporte de un manga, serie de televisión o estudio que le dieran gran visibilidad, vino a romper récords de taquilla en Japón y alrededor del mundo.

A mi parecer, lo que hizo (y todavía hace) a Tu nombre tan fresca y especial es la forma en que tomó el romance adolescente y un peligro de escala cósmica y los ligó de manera que se complementaban y sentían inseparables. El cataclismo le daba una tensión y urgencia al vínculo entre sus dos jóvenes protagonistas, mientras que el floreciente y sincero romance le daba peso emocional a lo que de otra forma sería destrucción sin sentido.

El poner la responsabilidad de detenerlo en manos de personajes tan jóvenes también servía como metáfora para la autonomía e independencia que se descubren por primera vez a dicha edad.

Al mismo tiempo, todo ocurría en la cotidianidad del campo y la ciudad, puntuada por enredos y malentendidos (congruente con una premisa sobre el cambio de cuerpos) con los que era fácil identificarse y romantizar. Un principio similar operó en la película que Shinkai hizo inmediatamente después, El tiempo contigo, una historia sobre dos jóvenes fugitivos que también podía verse como una analogía del cambio climático.

Suzume forma parte de una hermosa trilogía de Shinkai

En Suzume, su película más reciente. Suzume Iwato (voz de Nanoka Hara) es una adolescente de 17 años que, desde la muerte de su madre, vive con su tía en un pueblo costero de la isla de Kyushu (la tercera isla más grande de Japón y, de las cuatro principales, la que se encuentra más al sur). Camino a la escuela, a Suzume le llama la atención un joven desconocido que ve pasar y lo sigue a un sitio abandonado.

Aquí empiezan a aparecer los muchos elementos sobrenaturales de la película. En medio de una plaza inundada, Suzume encuentra una puerta que la lleva a un campo verde con un cielo estrellado y una estatua que se convierte en un gato una vez que la toma en sus manos.

El joven se presenta como Souta (voz de Hokuto Matsumura), errante y de edad universitaria que va de un lugar a otro cerrando puertas como la que Suzume encontró, pues a través de ellas entran a nuestro mundo seres gigantes en forma de gusanos que desatan terremotos–en función, aunque no en forma, la criatura evoca al namazu, un bagre del folklore japonés cuya presencia servía como alerta sísmica. Souta y Suzume logran cerrar la puerta antes de que algo más grave pueda ocurrir, no obstante, él es hechizado por un gato blanco llamado Daijin (Ann Yamane), quien transfiere su conciencia a una silla infantil de tres patas.

Suzume y Souta deben seguir el rastro de Daijin para prevenir la fuga de otros gusanos que puedan poner a Japón en peligro.

En Suzume hay mucha mitología que procesar y presenta toda en poco tiempo; el efecto es abrumador.

Afortunadamente, la película pronto se ajusta al placentero ritmo de una road movie: Suzume y Souta dejan Kyushu y en su camino se encuentran en nuevos ambientes y con nuevas personas que les ayudan a moverse y les dan refugio: Chika (Kotone Hanase), una joven de la edad de Suzume, y Rumi (Sairi Ito), la propietaria de un bar.

El sentido de aventura proviene, no solo de una misión para salvar Japón, pero también de la experiencia de estar lejos de casa por primera vez, confiar en nuevas personas y tener que valerse sin la ayuda de una figura paterna o materna.

La estructura inusual de Suzume la hace menos efectiva de lo que podría ser. La primera parte, que sigue a Suzume y Souta, tiende a ser algo repetitiva; sus diferentes intentos por cerrar los primeros portales transcurren con poca variación.

La segunda parte, centrada en Suzume y su tía Tamaki (Eri Fukatsu) básicamente reinicia la película en una relación complicada: aunque Tamaki básicamente ocupó el papel de la madre de Suzume, hay tensión sin resolver entre ambas.

Suzume se aferra a los recuerdos de su madre y Tamaki a la vida que pudo tener. Estos sentimientos culminan de manera emotiva en una confrontación en la lluvia, pero el preludio a ella se siente apurado y no nos da una idea tan potente del vínculo entre las dos.

En cuanto a imagen y sonido, Suzume es espectacular y ambiciosa

La música de la banda RADWIMPS y Kazuma Jinnouchi alterna de manera versátil entre el jazz juguetón y coros y orquestas ominosas. La animación, por su parte, combina modelado y movimientos de cámara en tres dimensiones y detalladas texturas naturales, sin perder el encanto y trazos simples de la animación en dos dimensiones. Superficialmente, lo que hizo tan especial a las obras de Shinkai no se encuentra ausente.

Aunque no es tan efectiva o encantadora como Tu nombre, Suzume rescata aquello lo que la hizo tan especial. La espiritualidad y la mitología trazan un lazo fuerte entre la experiencia individual de sus personajes jóvenes y los espacios y la naturaleza que los rodean. Los espacios habitados y abandonados que recorren Suzume y compañía cobran tanta personalidad como los mismos personajes.

Las constantes búsquedas que componen su trama pueden tornarla algo enredada, no obstante, dan lugar a momentos de catarsis expresados con claridad. Suzume es una película sobre el vínculo que construimos con otras personas y con los sitios donde transcurren nuestras vidas, y cómo dejamos atrás, pero no olvidamos aquello y a quienes hemos perdido.