Crítica: Tren bala, un blockbuster palomero
Tren bala, de David Leitch, se desarrolla en Japón, pero no Japón, el país, sino Japón, ese imaginario de tantas películas estadounidenses que ven solo híper-modernas y bulliciosas ciudades y mafiosos obsesionados con el honor. Técnicamente, está basada en una novela de un escritor japonés, Kōtarō Isaka, que en el proceso de adaptación hollywoodense terminó con personajes cuya lengua principal es inglés, interpretado por actores reconocidos y con una mirada completamente ajena a su país de origen. En su ambientación, Tren bala no encuentra nada más nuevo que de, por ejemplo, un episodio de Los Simpson de hace más de veinte años: excusados inteligentes y botargas de personajes animados. Su apropiación cultural podría ser más soportable si la película no fuera tan floja y predecible. ¿Puede una película ser exótica si sus estereotipos son tan familiares?
Se repiten muchas fórmulas de las películas de acción
Su falta de frescura se nota de otras formas. Es una de tantas películas de acción recientes que parecen hechas en el molde de la serie de John Wick, cosa que se entiende, pues cuenta con uno de los directores de la película original (que Leitch hizo en conjunto con Chad Stahelski, pero por reglas del gremio de directores no recibió un crédito oficial). Se ambienta en un excéntrico y ultraviolento submundo criminal, con asesinos tratando constantemente de exterminarse entre sí. Por si fuera poco, sus apodos irónicos y excentricidades, así como sus flashbacks constantes y frenéticos, parecen levantados de las películas de Quentin Tarantino y Guy Ritchie. Tren bala es la clase de película hollywoodense que se sentiría novedosa hace treinta años.
Tren bala tiene un elenco espectacular e inusual
Brad Pitt interpreta a un criminal con el nombre código de Catarina, que regresa de su retiro con lo que espera sea un trabajo simple: subirse al Shinkansen, el tren de alta velocidad que atraviesa Japón, y tomar un maletín para un cliente misterioso. Para apoyo y guía cuenta con su agente Maria Beetle (voz de Sandra Bullock), con quien se comunica a través de un auricular. Pero su misión se complica, pues en el tren se encuentran otros mercenarios cuyos objetivos se cruzan o contraponen al suyo. La joven Prince (Joey King), tiene amenazado al asesino japonés Yuichi Kimura (Andrew Koji), como parte de un elaborado plan para matar al aislado mafioso ruso, la Muerte Blanca. Mandarina (Aaron Taylor-Johnson) y Limón (Brian Tyree Henry), son dos “gemelos” contratados para recuperar al hijo (Logan Lerman) de la Muerte Blanca, así como un dinero suyo. Y en una estación intermedia se les suma el Lobo (Benito A. Martínez Ocasio, mejor conocido como el reggaetonero Bad Bunny), en busca de venganza.
Tren bala no se toma muy en serio, cosa que le beneficia, pero tampoco encuentra algo muy divertido con qué llenar este hueco. Más que personajes, tiene caricaturas y artilugios que se vuelven cansados al poco tiempo. Prince utiliza su apariencia juvenil para hacerse pasar como una adolescente asustada y vulnerable. Limón no puede dejar de hacer referencias al programa para niños Thomas y sus amigos (la clase de irónica obsesión con la cultura pop que más la hacen sentir como una copia mala de Tarantino). Otra asesina, interpretada por Zazie Beetz termina todas sus frases con la palabra “perra”. Y el Lobo… es mexicano.
Esta falta de imaginación se extiende a la caracterización del mismo personaje de Pitt a pesar de que, como el protagonista, uno esperaría que él tuviera un tanto más de sustancia. Pitt, como una de las estrellas más longevas del Hollywood actual (es él, más que cualquier otra cosa, lo que ayuda a vender a Tren bala), cuenta con un carisma que le permite cargar películas enteras siempre que se le dé un personaje que interpretar. Este no es el caso aquí. Catarina se siente un poco oxidado y fuera de lugar en toda la acción y violencia (quizá un comentario indirecto sobre la edad de Pitt, quien ronda los sesenta años) y la película trata de extraer humor de ello, pero no logra ofrecer más que una floja burla de la superación personal y la psicología pop.
Tren bala es suficientemente excéntrica y palomera
Leitch y el director de fotografía Jonathan Sela (con quien ha hecho todas películas como director, incluyendo Deadpool 2 y Atómica, dos películas definitivamente elevadas por su componente visual) crean una estética basada en el neón que no se aleja del estereotipo japonés, pero que por lo menos crea una película colorida y más o menos distintiva. La carrera de Leitch como doble de acción se nota en su atención a la coreografía y a la proeza física, en secuencias donde podemos seguir con claridad lo que pasa y sentir el impacto de cada bala y golpe. Leitch y su equipo hacen más con dos actores y los asientos del tren (la confrontación entre Catarina y Limón dándose a golpes es su secuencia más creativa y mejor lograda) que muchas películas (o incluso ella misma) pueden con millones de dólares de efectos visuales.
Pero secuencias como esta sufren por una trama que por mucho tiempo parece no ir a ningún lado, que solo logra unir sus piezas de manera más o menos inteligente cerca del final, que es también cuando su acción se vuelve más genérica y descuidada–ver a sus personajes colgar de un tren que se mueve a cientos de kilómetros por hora rompe la credibilidad de una película que previamente encontraba su atractivo en acción plausible y aterrizada. Tren bala es suficientemente excéntrica para considerarse contraprogramación de los blockbusters actuales, pero no lo suficiente como para ser una bocanada de aire fresco.
★★1/2
Cine, Crítica, 2 1/2 estrellas, 2022, David Leitch, Brad Pitt, Sandra Bullock, Joey King, Brian Tyree Henry, Aaron Taylor-Johnson, Andrew Koji, Benito A. Martínez Ocasio, Zazie Beetz, Jonathan Sela.
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