Perdidos en la Noche es denuncia social con toques artísticos
Amat Escalante es, al lado de Carlos Reygadas y Michel Franco, uno de varios directores que se han dedicado a crear imágenes de México y exportarlas a festivales de cine, típicamente europeos, donde son reconocidos por su realismo. Una crítica que se le puede hacer a Escalante (y a Franco sobre todo), es que presenta a México, no como es, sino como se le piensa en el primer mundo. Algunos de los componentes de este realismo son las experiencias más escandalosas de la vida en México: la violencia, la pobreza y la corrupción.
Es difícil decir que esta imagen es falsa: México efectivamente es violento, pobre y corrupto. Y al hacer tan salientes estos elementos, uno puede decir que este realismo también tiene una función encomendable adicional: la de la denuncia social. Pero al no balancearlo con otros fácilmente puede caer en un retrato burdo y sin matices. Quizá la película no es “real” pero llama atención a una “realidad” que vale la pena abordar.
El realismo, la denuncia social y los toques artísticos son componentes importantes del cine de Amat Escalante y Perdidos en la Noche lo demuestra.
En Perdidos en la Noche estos elementos son también las limitaciones más relevantes a las que se enfrenta. En su guion, Amat y su hermano Martín Escalante han creado un sólido thriller, de esos que el público en general puede ir a ver en el cine para después discutir sus vueltas de tuerca y los temas que pone sobre la mesa y lo extraño que es ver a una actriz conocida como Bárbara Mori en un papel tan diferente. Potencialmente, Escalante ha creado su película más comercial, pero una buena película comercial. No obstante, en su presentación y su estilo, en su presión por apegarse al molde de la obra anterior de Escalante, termina como una película diseñada para alienar al público que podría responder a él de manera más natural.
Sus primeros minutos nos plantean una situación familiar para el México actual. En un pueblo del centro del país (Escalante filma sus películas en su natal estado de Guanajuato, y Perdidos en la Noche no es la excepción), se debate la instalación de una mina perteneciente a una compañía transnacional. Sus habitantes se dividen entre los que se resisten, citando los peligros a la salud y al medio ambiente, y los que ven en ella oportunidades de trabajo y progreso. Es claro de qué lado están las autoridades. Después de una asamblea, los policías locales detienen y desaparecen a Paloma (Vicky Araico), una mujer activista que se oponía a la instalación de la mina.
Tres años después, Emiliano (Juan Daniel García Treviño), el hijo de ella, se dedica a buscar justicia mientras trabaja en lo que puede. Emiliano es un protagonista simpático: lo motivan la justicia y su madre, pero también tiene un lado bromista y comparte un par de escenas tiernas con su novia Jazmín (María Fernanda Osio). Cuando un amigo suyo termina en el hospital después de caerse varios metros, mientras ayudaba a montar un escenario para un evento de la minera), Emiliano se encuentra con un policía que puede decirle qué le pasó a su madre.
La pista del policía lo lleva a la casa de campo de los Aldama, una familia de artistas. Carmen (Bárbara Mori) es una cantante famosa, su hija Mónica (Ester Expósito) una influencer, mientras que su esposo Rigoberto Duplas (Fernando Bonilla) es un artista envuelto en una controversia por usar el cadáver de un líder religioso y pederasta en una de sus obras.
Los Aldama aparecen como una oportunidad para que la película hable de las desigualdades sociales, pero también de la forma en que el gremio artístico toma las tragedias reales y las convierte en bienes de consumo para el beneficio de unos pocos. En la idea de que Rigo quiera hacer una nueva obra a partir de la búsqueda de Emiliano, se asoma algo de autocrítica al cine de Escalante y sus contemporáneos.
Emiliano y Jazmín espían la casa de los Aldama. En su dinámica hay algo de la complicidad de los personajes de Grace Kelly y James Stewart en La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock o los de Kyle MacLachlan y Laura Dern en Terciopelo azul de David Lynch. Perdidos en la Noche igualmente aprovecha esa fascinación que provocan las vidas privadas de los ricos y los turbios secretos de los otros para engancharnos aún más en el misterio.
Emiliano se presenta a la familia como alguien buscando trabajo y después de ser admitido viene a conocer sus distintas perversiones: Carmen y Rigo se pelean ruidosamente antes de terminar teniendo relaciones sexuales. Frustrada y aburrida, Mónica voltea su curiosidad romántica hacia Emiliano: finge ahogarse para que este le dé respiración de boca a boca.
Perdidos en la Noche es un misterio convencional y artístico, pero poco realista.
La infiltración de un joven de origen humilde en la casa de una familia adinerada recuerda a una celebrada película más reciente: Parásitos de Bong Joon-ho. Pero las películas varían de manera importante en su estilo. Parásitos es dinámica y enérgica en su fotografía, su montaje y su música original. Perdidos en la Noche, por su parte, opta por un estilo pausado y sutil compuesto por planos abiertos de larga duración, movimientos de cámara lentos y suaves, una colorimetría apagada, y el sonido natural de los ambientes. Elementos que tienden a invitar los calificativos de realista y artístico.
Entre la historia de Perdidos en la Noche y su presentación hay una profunda desconexión. Los hermanos Escalante han escrito un thriller que, sin despegarse a los principios del género, logra conectar distintas ideas sobre la actualidad mexicana. La primera parte, más anecdótica, presenta distintas aristas: empresas transnacionales, el mundo del arte, la corrupción y brutalidad policiaca, el fanatismo religioso.
A medida que Emiliano conecta va resolviendo el misterio, la película igualmente nos habla de la complicidad que hay entre estos. No obstante, sus toques artísticos no parecen brotar de manera lógica de esta historia, ni de un intento de expresión individual. Más bien parecen un remedio para los pocos huecos de una narrativa que, comparada con otras de Escalante, resulta bastante convencional.
Y es que en el medio del “cine de arte”, los cabos sueltos (Mayra Hermosillo, en el papel de Violeta, la hermana de Emiliano, prácticamente no tiene nada que hacer) y las caracterizaciones incompletas (¿por qué Mónica hace lo que hace al final de la película?) pueden explicarse, no como fallas, sino como apuestas al realismo, la ambigüedad y la visión personal de su creador.
En la vida real, las cosas no se resuelven tan fácilmente como en las películas. Pero invocar estas ideas en el caso de Perdidos en la Noche se siente como una trampa. Su historia es redonda y se entiende bien, pero está contada con la intención de que el público piense que no le entendió. En su intento de sortear los clichés del cine comercial, Perdidos en la Noche se queda atrapada en otros.
