Perfect Days es brutalmente conmovedora #FICM2023
¿Qué se necesita para ser feliz? Tantas de nuestras nociones de la felicidad están ligadas al éxito capitalista: al trabajo, a las posesiones, a lo que se puede adquirir con dinero. Quizá por eso pensamos en la felicidad como algo siempre fuera de nuestro alcance y se convierte en una fuente de frustración.
Hirayama (Kōji Yakusho), el protagonista de Perfect Days, la nueva película del director alemán Wim Wenders, lleva una vida que muchos mirarán con condescendencia. Como limpiador de baños públicos de Tokio, su rutina lo obliga a levantarse temprano para hacer un trabajo manual y repetitivo, que lo obliga a lidiar con desechos y químicos, y que podemos suponer es mal pagado y precarizado.
Pero Perfect Days igualmente llama atención a las pequeñas cosas que lo hacen feliz. El café de la mañana de la máquina expendedora afuera de su apartamento. Los casetes de música de los sesenta y setenta que escucha en el estéreo de su carro camino al trabajo. Las fotos que toma a la luz que se asoma entre los árboles. Los libros que lee antes de dormir.
Los espectadores acostumbrados a la rigidez narrativa podrían pensar que no pasa mucho. Que el guion, de Wenders y Takuma Takasaki, se compone de esos espacios vacíos de la vida en los que esperamos que pase algo importante. En parte tendrían razón. Pero en su atención a la rutina, la película encuentra un ritmo cómodo y cálido.
Cuando algo se repite, sentimos familiaridad en lugar de tedio. Y nos volvemos más conscientes de las cosas que se salen de la norma. Un juego de gato con un extraño o la visita de su sobrina traen consigo alegrías mutuas inesperadas. Otras son menos placenteras, como cuando su compañero de trabajo renuncia y a Hirayama le toca cubrir su turno.
Lo que se mantiene intacto es la actitud de Hirayama. El título de la película, que alude a la canción de Lou Reed, “Perfect Day” puede ser irónico. Considerando las cosas que pasan, ¿podemos decir que los días de Hirayama en realidad son perfectos? Quizá no, pero igualmente le dan amplias oportunidades de contemplar lo bello en los momentos y detalles más pequeños. Wenders siempre ha sido un cineasta atento a esos detalles.
Ha tenido una mirada poética que transforma los espacios en que transcurren sus películas. Lo que hizo para el Berlín de Alas del deseo, el Estados Unidos rural de París, Texas, lo hace de nuevo para Tokio.