Reseña: ‘Megalopolis’ es la tesis idealista que solo entiende Coppola
Finalmente, Francis Ford Coppola ha logrado estrenar Megalopolis, un proyecto completamente personal y que estuvo en desarrollo desde 1977; por ello, cada cierto tiempo se cambiaba tanto el equipo de producción como el reparto actoral —ej. Robert De Niro y Leonardo DiCaprio figuraban como posibles participantes—. Es hasta el Festival de Cannes 2024 cuando vemos el resultado final con un elenco conformado por Adam Driver, Nathalie Emmanuel, Aubrey Plaza, Shia LaBeouf, Giancarlo Esposito, Jon Voight, Grace VanderWaal, Laurence Fishburne, entre otros.
Cesar Catilina (Driver) es un arquitecto y visionario que ha inventado el Megalo, un elemento capaz de revolucionar, construir y adaptarse a todo; su contraparte es el alcalde Cicero (Esposito), quien está en contra de la propuesta de Catilina: reconstruir la ciudad de New Rome a Megalopolis, una utopía que ayudaría a toda la población. Parte de lo dicho suena ambiguo, y ese es uno de los problemas que tuve con la película: deja muchas cosas sueltas para que nosotros como audiencia las podamos conectar, y eso no es algo malo, pero en el caso de Megalopolis, es un poco más difícil porque parece que la cinta no sabe cuál es su rumbo.
Megalopolis es el proyecto más ambicioso de Coppola
Es notorio lo que Coppola ha pactado con la película: un proyecto personal que ha durado bastante en realizar, en el que pone su pasión y respeto a todo arte, especialmente el cine. Probablemente siendo la película independiente más cara existente —su costo fue entre 120 y 136 millones de dólares—, sin una productora que pudiera cortar la libertad creativa de Coppola. Más que recaudar ganancias, se le considere como una expresión artística y colectiva, justo lo que el personaje principal busca con la nueva ciudad de sus sueños
En varias entrevistas y ruedas de prensa, Coppola ha mencionado que la película fue un trabajo conjunto con los actores, de cómo ellos añaden lo que creen que el personaje requiere para la historia. La improvisación puede resultar en grandes aciertos, pero creo que solo se limita a cuando una película tiene un buen guion como soporte: Megalopolis carece del mismo. Pone la falta de sutileza como su atracción principal —como la transición de la República Romana al Imperio Romano puesta en Estados Unidos o el comentario anti-Trump— y deja de lado lo que puede ser lo más importante de la película: la construcción de personajes que deben pertenecer a un mismo universo y un mejor desarrollo a los temas que propone.
La película carece de claridad a la hora de presentar temas
Hay demasiadas ideas que tienen potencial si se les profundiza, como las limitaciones del arte y las acciones políticas que tendrán consecuencias en el futuro —temas cuestionados por Julia Cicero (Emmanuel) a consecuencia de su lugar en la riña entre Cesar y el alcalde Cicero—, pero la película no parece darles tanta importancia al momento de presentar los hechos. Prefiere enfocarse en tramas secundarias como la relación entre la reportera Wow Platinum (Plaza) y Clodio Pulcher (LaBeouf), el primo problemático de Cesar, algo que individualmente puede ser interesante, pero no añade algo sustancial en el gran esquema de las cosas.
Esto empeora cuando hay escenas que tienen diferentes tipos de género; hay una en la que Catilina y Julia están armando —junto a su equipo— elementos para incluir en esta nueva ciudad que buscan crear, pero parece ser salida de una comedia romántica —recordemos que esto es un drama de ciencia ficción—. No es la única escena con ese tinte, hay otras en las que no se sabe si la comedia es intencional o no; es confuso porque no podemos entender si los personajes toman en serio los diálogos que intercambian; es una extraña combinación que tanto el guion como la edición tomaron parte de responsabilidad.
A pesar de decir todo esto, no considero que sea una película aburrida, al contrario, cada escena es más impresionante que la anterior, sea por su apartado visual, sonoro y la interacción entre los actores: Megalopolis es impredecible, tanto por razones buenas y malas. Hay actuaciones que se salvan de las ideas confusas presentadas la cinta, como las de Driver y Esposito, ya que los puedes identificar dentro de una misma historia, en un mismo universo; pero también hay inserts —planos que muestran detalles de una acción importante de una escena— que no parecen pertenecer a clips grabados para la película. Sea por la controversia del presupuesto que necesitó expandirse o la salida de parte del crew, Megalopolis solo se siente como si fuera un borrador de una cinta con mucho más que decir.
Megalopolis se estrenará este 24 de octubre en México gracias a Cinépolis Distribución.