Si ‘La sirenita’ es mala, no será culpa de Halle Bailey
Es cuento de nunca acabar. Una reconocida propiedad intelectual es adaptada con un elenco de alguna minoría, y el internet entero (léase un grupo minoritario, pero muy vocal, amplificado de manera desproporcionada por una prensa sensacionalista) está haciendo obvia su inconformidad.
En esta ocasión es La sirenita, la versión con actores de carne y hueso de la película animada del Renacimiento de Disney en los noventa, ahora con Halle Bailey, una actriz negra, en el papel titular.
Los berrinches (decirle “críticas” resulta muy generoso) son evidentemente ridículos: que es incongruente con el mito original o con la historia de Hans Christian Andersen (lo mismo podría decirse de la primera versión de Disney); que no respeta el “clásico” de Disney (Si una nueva versión no puede tomarse libertades, ¿por qué hacerla en primer lugar? Más ridículos aún son los dizque-argumentos de que el casting es “propaganda ideológica” o solo busca “puntos progres”.
Ambos delatan una profunda ignorancia sobre cómo la propaganda ideológica o el mercado de Hollywood funciona.
Disney siempre tomará decisiones comerciales, el punto es ganar dinero
Algunos puntos deberían ser obvios: no hay nada inherentemente de malo en que una adaptación de La sirenita coloque a una actriz que no es blanca en el papel principal. Y Halle Bailey no debería recibir la clase de abuso digital que ha recibido. Pero esto no quiere decir que esta historia pueda reducirse, como un cuento de hadas, a simples héroes y villanos.
Disney no es un actor altruista ni debería estar libre de crítica. El cine siempre ha existido en la intersección del arte y el comercio y La sirenita es un producto diseñado de una corporación con el explícito propósito de ganar dinero. Disney no dudará en adoptar los valores que vea apropiados para obtenerlo.
La retórica progresista de Disney también choca con sus acciones corporativas, siendo que hasta hace poco la compañía continuaba haciendo donaciones de campaña a políticos que apoyan la propuesta de ley “Don’t Say Gay”, limitando los derechos de la población LGBTQ en el estado de Florida.
La sirenita es una marca ya conocida lista para explotar
Si Disney hace una nueva versión de La sirenita, no es por querer reescribir la historia, es porque La sirenita es una marca ya conocida y, por lo tanto, una inversión más segura que algún material original. A medida que la población de Estados Unidos se vuelve más diversa y los mercados internacionales resultan más importantes, factores como la diversidad racial son más tomados en cuenta para llegar a más públicos.
Ver a La sirenita como un símbolo de progreso en una lucha por la igualdad es también limitado. Puede ser positivo que niñas negras puedan ver a una protagonista que comparta su apariencia en el entretenimiento que consumen, pero ¿por qué hemos de esperar a que conglomerados como Disney se pongan al corriente? ¿Por qué le damos importancia mítica a los productos de un puñado de conglomerados?
Disney le quita el color a las animaciones con sus adaptaciones live action
La sirenita es una más en una larga serie de reinterpretaciones del amplio catálogo de animación de Disney (ejemplos recientes son El rey león y Cruella). Salvo algunas contadas excepciones, en estas películas domina el cinismo y la falta de imaginación. La expresión y color del medio de la animación da lugar a paletas grises que tratan de esconder incompletos efectos visuales.
Cuentos concisos de noventa minutos dan punto a innecesarias tangentes que matan la simpleza y encanto de los cuentos de hadas con tal de justificar su existencia o los gustos de un público actual. Si La sirenita es mala, será por eso, no porque su Ariel es una joven negra.
Cine, Editorial