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Un actor malo es una buena película hasta que de repente deja de serlo.

Un actor malo es un retrato realista de abuso que nos engancha, pero que no explota.

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Un actor malo pertenece a la variedad más frustrante de película mala: una película muy buena que repente deja de serlo. Por mucha de su duración nos involucra en su drama y fascina por su tratamiento inteligente y matizado de un tema difícil.

La habilidad de las personas involucradas en su realización es obvia; las dos actuaciones principales son excelentes y el director Jorge Cuchí demuestra tener una visión clara y el conocimiento técnico para hacerla realidad.

Pero como en su ópera prima, (50) o dos ballenas se encuentran en la playa, esta ambición y capacidad son opacadas por una inclinación al shock hueco (algo que desafortunadamente pasa mucho con algunos cineastas mexicanos).

Una película que había construido una serie de eventos plausible y realista sucumbe abruptamente a la incoherencia y a la exageración. Es un espectáculo lamentable, como ver a un tren descarrilarse cuando está a punto de llegar a la estación.

 

¿De qué va Un actor malo?

Un actor malo se desarrolla alrededor la filmación de una película, en un ambiente que al principio es al mismo tiempo de estrés y camaradería. Hombres y mujeres corren de un lugar a otro con tareas separadas, pero que finalmente convergen en la ilusión que se crea frente a la cámara. En sus tiempos muertos pueden hablar con soltura y relajación de esa afición en común que es el cine.

Es un ambiente parecido al de la comedia coral de François Truffaut, La noche americana–en ambos casos, la película dentro de la película es un melodrama sobre un hombre que tiene una aventura con la nueva esposa de su padre. Un actor malo está filmada como un falso documental: cámara temblorosa, zooms abruptos, reencuadres y enfoques torpes. Las técnicas se han vuelto un cliché, pero aquí logran hacernos sentir que estamos ahí como observadores invisibles.

Al centro de todo esto se encuentran Daniel (Alfonso Dosal) y Sandra (Fiona Palomo), quienes interpretan a los enamorados y entre tomas parecen buenos amigos, compartiendo bromas y risas y alegrándose por el éxito del otro (Daniel está en la lista de candidatos para un remake de Sed de mal de Orson Welles que será dirigido por Robert Rodriguez, lo que suena como un sacrilegio).

Un actor malo es un retrato realista de abuso que nos engancha, pero que no explota

Tan bien se llevan que cuando se alistan para una escena de sexo, ninguno de los dos parece nervioso o incómodo. Esto hasta que el director, Gerardo (Gerardo Trejoluna), grita corte porque nota algo raro en la toma. En confidencia a Regina (Karla Coronado) y Ximena (Patricia Soto), dos compañeras de la producción, Sandra dice que Daniel la violó.

 

Un actor malo es un retrato realista de abuso que nos engancha sin explotar o trivializar

Como puede esperarse, cada uno ofrece versiones contradictorias de lo que pasó. Daniel insiste en que él no la violó. Sandra se apega a su propia versión y, después de pensarlo por unos momentos, insiste en denunciar. La inteligencia de la película se encuentra en su capacidad de imaginar con detalle y atención lo que ocurriría realmente en una situación así.

Los miembros de la filmación están divididos entre darle a la acusación el peso que amerita y necesidades más prácticas. Gerardo le dice a Sandra que le cree, pero quiere escuchar lo que Daniel tiene que decir antes de tomar alguna decisión. Mónica (Mónica Jiménez), la productora, inventa una sospecha de COVID para poder pausar el rodaje sin levantar sospechas.

Los eventos que siguen se presentan en algo que se parece al tiempo real. Seguimos de cerca la lógica involucrada para que se aclaren los hechos y se procure justicia de ser necesario.

Un actor malo es un retrato realista de abuso que nos engancha, pero que no explota

Eventualmente, la situación queda en manos de sus respectivos abogados; en una variación que complica las dinámicas de género en la película, el abogado de Sandra es un hombre, Luis (Juan Pablo de Santiago); el de Daniel es una mujer, Patricia (Ana Karina Guevara). Luis es el más joven de los dos; Patricia nos da la impresión de tener mayor experiencia y trabajar con clientes con mucho poder y dinero.

Pero ambos lucen capaces y dispuestos a hacer lo necesario para proteger los intereses de sus respectivos clientes. La tensión entre ambos ayuda a que la película nos enganche sin volverse explotadora o trivializar el trauma real que involucra un caso de violación.

 

Excelentes actuaciones y complicados matices

Un actor malo no extrae mucho suspenso de la pregunta de qué paso en realidad. Los detalles específicos nos son desconocidos por cierto tiempo, pero la película nos orilla a simpatizar con Sandra. Aunque Daniel luce convencido de su versión, la película no nos da razones para pensar que ella está mintiendo para sacar provecho de la situación.

Sentimos una verdadera ruptura de su confianza y de su cuerpo. Sandra viene a encarnar de manera realista este dolor. Los signos más obvios son las lágrimas y la voz que se rompe, pero la actuación de Palomo es interna y sin artificios ni melodrama.

Tanto ella como Dosal se ponen bajo la lupa, estudiamos sus rostros con cuidado esperando que el más mínimo gesto delate alguna verdad que no conocíamos.

Un actor malo es un retrato realista de abuso que nos engancha, pero que no explota

El ambiente de una filmación añade matices y complicaciones. Por un lado, la tensión entre la realidad y la ficción pasa al frente. Así como la película que están filmando no es una realidad, las versiones que nos cuentan sus personajes tampoco pueden ser totalmente fieles a los hechos ocurridos.

El archivo de la cámara usada para grabar la escena sirve como una especie de evidencia, pero una cuya relevancia está sujeta a la interpretación. El video puede decir mucho, o nada. Y el contexto de una escena de amor añade cierta ambigüedad; es una situación en la que algunos personajes, y algunos espectadores, pueden leer un simple malentendido.

Pero si la película complica los detalles del caso, no es para pasar la culpa de Daniel a Sandra, sino para contemplar las limitadas y prejuiciadas que son nuestras ideas sobre lo que es una violación: cómo debe lucir y comportarse el perpetrador y cómo debe reaccionar la víctima.

¿Por qué Sandra no gritó o interrumpió la toma? Esto le preguntan muchos de los personajes, quizá con buenas intenciones, pero sembrando dudas de su criterio y obligándola a revivir el evento más de lo que es necesario. La película nos enfrenta a que, incluso cuando lo que ocurrió no encaja limpiamente dentro de las definiciones legales, no quiere decir que el consentimiento y la confianza no se hayan roto, ni que el sufrimiento no sea real.

 

La película se derrumba cuando se convierte en el mismo amarillismo que trata de denunciar.

Es lamentable que después de todo esto, la película se derrumbe. Un encerrado y poco convencional drama con tintes de thriller, con dos protagonistas humanos y reales, se convierte en un circo grotesco y sensacionalista. Su intento de comentario sobre los medios de comunicación y las redes sociales cae en el mismo amarillismo que dice denunciar.

Sus blancos de crítica son arbitrarios, escogidos, no por su relevancia, sino por impacto visceral. Manifestantes feministas son puestas en la misma canasta que los reporteros entrometidos de programas de tabloide.

Un actor malo es un retrato realista de abuso que nos engancha, pero que no explota

La película, que previamente nos había mostrado un conmovedor ejemplo de sororidad en la red de apoyo que Regina y Ximena construyen alrededor de Sandra, termina retratando al movimiento feminista en términos peores que al mismo violador.

Quizá estoy malinterpretando las intenciones de la película. Quizá las mujeres encapuchadas que pintan, destrozan, queman y agreden representan la frustración de aquellas víctimas que no encuentran justicia por los horrores que sufren. Quizá la película trata de mostrar cómo en el mundo real las cosas no son tan simples. Que ni las víctimas tienen que ser perfectas para merecer justicia, y que el sufrimiento y persecución del culpable no niega sus actos.

Pero si esto es lo que Un actor malo trata de decir, no es lo que se puede leer. Sus feministas son multitudes violentas que entorpecen el proceso de procuración de justicia. Hay más razones para simpatizar con Daniel que con la turba anónima y sedienta de sangre que ni siquiera respeta los deseos de Sandra. Faltan matices cruciales en una historia que previamente se había mostrado sensible a ellos.

El drama y el mensaje de la película sufren por ello. Un actor malo, una película peor.

 

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Alberto Villaescusa Rico

Comunicólogo de Ensenada, Baja California que de alguna forma se tropezó dentro de una carrera semi-formal como crítico de cine. Propietario del blog Pegado a la butaca. Colaborador en Esquina del Cine y Radio Fórmula Tijuana y Cinema World

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